El verdadero problema en la elección de un abogado es saber interpretar las señales a partir de las cuales se puede entender que ha caído en manos de la persona adecuada.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el derecho no es una ciencia exacta: un problema casi nunca corresponde a una única solución.
Cualquier caso presenta márgenes inevitables de cuestionabilidad.
Cada uno, incluso sin una formación jurídica específica, podría encontrar una respuesta genérica en la red, pero la verdadera diferencia la marca la división de roles profesionales y la especialización del trabajo, rasgo típico de la economía moderna.
A ello hay que añadir la necesidad de conocer los aspectos prácticos de una máquina compleja y muchas veces ineficaz como es la justicia. Esto solo es posible mediante la asistencia diaria de los tribunales.
Es precisamente por estos motivos que, al final, lo que más importa es la personalidad del abogado individual: intuición, seriedad, habilidades interpersonales, honestidad intelectual, competencia, son solo algunas de las actitudes que hay que buscar y valorar.
Un buen abogado no solo se dedica a interpretar la ley sino también la personalidad del cliente y las particularidades de su historia, rasgos que afloran rentablemente solo a través de un número adecuado de reuniones.
Signature
El abogado ideal debe saber dedicar todo el tiempo necesario a las entrevistas con su cliente. Solo así podrá nacer y consolidarse una verdadera relación de confidencialidad. Más información aquí en Despacho de Abogados soria