¿Estudiar o trabajar?
Si los economistas intentan explicar lo que hay detrás de la elección de continuar los estudios o empezar a trabajar, descubren que también necesitan a los sociólogos: entendamos el porqué.
Para los economistas, la base de toda decisión es una comparación entre costes y beneficios. En lo que respecta a las decisiones educativas, la idea es que cuando un joven está decidiendo con sus padres si se matricula o no en la universidad, se evalúan, consciente o inconscientemente, las ventajas y desventajas que se derivarán. Los costes de la universidad son de dos tipos diferentes. Algunos costes son de carácter económico, se trata de los gastos de bolsillo que tendrá que asumir la familia por las tasas universitarias y por la manutención del estudiante, a los que hay que añadir el lucro cesante por el hecho de que el estudiante no podrá producir ingresos durante toda la duración de sus estudios. Otros costes, en cambio, son de carácter psicológico y están relacionados con el sacrificio que puede suponer estudiar. Los beneficios de la universidad son también de dos tipos, económicos y no económicos. Los primeros están esencialmente relacionados con el hecho de que una titulación, a igualdad de condiciones, facilita por término medio encontrar un trabajo y ganar más dinero. Las del segundo tipo, las no económicas, son múltiples y van desde el valor de la educación en sí misma hasta el prestigio social que garantizan los puestos profesionales a los que sólo se puede acceder con un título.
Si los beneficios superan los costes, entonces merece la pena matricularse en una universidad. Si, por el contrario, los costes superan a los beneficios, entonces es más conveniente parar y buscar trabajo inmediatamente. Así es como debería actuar una familia de personas razonables y así es como los economistas, en una primera aproximación, imaginan que se toman las decisiones educativas. Así, si observamos que un chico se matricula en la universidad debemos concluir que su familia y él mismo han valorado más los beneficios que los costes. Si, por el contrario, observamos que se queda en el instituto y busca un trabajo, debemos concluir que la comparación de costes y beneficios ha llevado a conclusiones opuestas.
La teoría parece coherente con el sentido común y suele plantear pocas objeciones, pero cuando pasamos al mundo real nos encontramos con que el mundo es más complicado Una característica del mundo real que nuestra teoría se esfuerza por explicar son las diferencias en el nivel de educación alcanzado por los individuos que se desarrollaron en contextos familiares y sociales diferentes. En concreto, lo que ocurre en casi todos los países del mundo -aunque en diferente medida según los países- es que, a igualdad de condiciones, los hijos de padres con título universitario tienden a matricularse en la universidad en mayor medida que los hijos de padres sin título. En cierto sentido es como si los hijos heredaran de sus padres, además de sus características somáticas, también la propensión al estudio; no es casualidad que los economistas se refieran al fenómeno hablando de la transmisión intergeneracional de las cualificaciones. Pero, ¿cuáles son las razones por las que la comparación entre los costes y los beneficios de la educación lleva a conclusiones diferentes según el nivel de educación de los padres? Hay buenas razones para creer que el coste de los estudios y, en particular, el coste psicológico de los mismos, es mayor para los hijos de las personas mal educadas. Estudiar, de hecho, tiende a ser considerado como un sacrificio especialmente por aquellos que nacen y crecen en contextos caracterizados por pocos libros y mucha televisión. Por el contrario, los que están sometidos a mayores estímulos culturales suelen percibir el estudio como una actividad agradable y no como un sacrificio. Por lo tanto, en la medida en que los estímulos que reciben los niños están correlacionados con el nivel de educación de sus padres, el mecanismo descrito puede utilizarse para complementar la teoría y hacerla más adecuada para explicar la realidad.
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Si los economistas intentan explicar lo que hay detrás de la elección de continuar los estudios de biologia marina bogota o empezar a trabajar, descubren que también necesitan a los sociólogos: entendamos el porqué.